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¡Vaya! ya hemos concluido el 19º turno de voluntariado de Olivares Vivos y así es como vemos lo rápido que ha pasado el tiempo desde que en 2016 comenzamos con las campañas de voluntariado del proyecto.
Una vez más, hemos vivido una semana intensa y entretenida y sí, hemos plantado, sembrado, instalado posaderos, construido charcas y en definitiva, le hemos echado un cable a la naturaleza del olivar, para que la vida regrese a este agroecosistema.
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Pero también hemos tenido tiempo para disfrutar y en este turno hemos disfrutado mucho. Una de las primeras tardes, nuestra visita fue a la Sierra Sur jienense donde pudimos disfrutar del vuelo del águila perdicera. En cierta medida, con el paisaje iluminado por el atardecer de invierno y la presencia del águila, podríamos decir que contemplamos un momento mágico. Y es que la perdicera no se deja ver todos los días. De nuestras grandes águilas es la más ágil y rápida, pero también se trata de una especie amenazada, su declive comenzó en los años 80 y en algunas zonas aún continúa, siempre asociado a la actividad humana.
Al día siguiente, trabajando en la finca del Tobazo volvimos a verlas, sobrevolando el olivar con su silueta clara e inconfundible.
Quizás sean estas pequeñas aventuras que vivimos, o la esperanza de que nuestras plantas crecerán y llenarán de vida el olivar en poco tiempo, pero tenemos la convicción de que nuestros voluntari@s se van contentos, y con cierta pena cuando llega el día de la despedida.
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