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Sólo en Andalucía, hay un millón y medio de hectáreas dedicadas al olivar. Es uno de los paisajes más particulares del Mediterráneo y de España, un tipo de cultivo que, históricamente, ofreció rendimiento económico permitiendo mantener al mismo tiempo una gran riqueza silvestre. Que el conocido dicho popular diga “cada mochuelo a su olivo” indica el conocimiento popular de una realidad del campo: el olivar tradicional era un rico sistema agroforestal donde encontraban su hábitat todo tipo de especies, entre ellas rapaces nocturnas como el mochuelo.
Actualmente, en muchos lugares no es así. La intensificación del cultivo, espoleada hace décadas por las políticas agrarias europeas, ha depauperado el rico patrimonio del olivar, que habíamos heredado tras siglos de manejo sostenible.
Eso es lo que explica el siguiente vídeo, elaborado por la periodista Caty Arévalo para EfeVerde y que se hace eco de una de las últimas iniciativas de SEO/BirdlLife. Se trata del proyecto Olivares Vivos, que pretende devolver al olivar su riqueza natural y conseguir a la vez una mayor rentabilidad para el cultivo, promocionando un ‘sello’ de calidad para aquellos productos del olivo generados con criterios de sostenibilidad y respeto a la naturaleza. Se trata de devolver la rentabilidad al olivar y el orgullo de ser olivarero a quienes viven de este cultivo.
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“La mayor crisis de biodiversidad en los olivares tradicionales estuvo relacionada con la entrada de España en la PAC, a finales de los años 80 y estuvo provocada principalmente por la intensificación del cultivo y por la eliminación sistemática de vegetación natural que convivía con los olivos en setos, taludes, cunetas y arroyos o cualquier superficie no productiva del olivar”, explica José Eugenio Gutiérrez, delegado territorial de SEO/BirdLife en Andalucía.
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Estas zonas, que actuaban en el cultivo como zonas de compensación ecológica, posibilitaban la coexistencia de un olivar productivo con una apreciable biodiversidad. La destrucción de la mayor parte de estos elementos, en tanto que se situaban en zonas improductivas, no tuvo finalidad agronómica alguna, sino más bien obedecía a una especie de “fiebre olivarera” desatada por una política agraria que duplicó de un año para otro el precio del aceite. Se conformó así una nueva cultura olivarera en la que había que obtener la máxima producción posible, sin escatimar insumos y en la todo aquello que no produjese aceitunas estaba de más en el olivar. Había que “limpiar el campo”, se pensaba.
Esto ha tenido sus consecuencias. Sólo en lo que se refiere a aves, los seguimientos de SEO/BirdLife desde finales de los 90 han revelado un dramático descenso en las poblaciones de especies emblemáticas del oriente andaluz. “Algunas, como el verderón o el jilguero, han caído hasta un 70%, y hay rapaces nocturnas, como el mochuelo, cuyas poblaciones han descendido en la última década un 40%”, recoge la agencia Efe.
Diversificar el olivar y recuperar biodiversidad a partir de la recuperación de estos elementos en el escenario actual, donde la sobreproducción es ahora un problema, no debería ser una tarea complicada. La imposibilidad de recuperar el precio del aceite y la falta de rentabilidad de fórmulas meramente productivas alientan al sector a buscar fórmulas diferenciadoras que buscan la rentabilidad a través de una marca ligada a la calidad del producto y el respeto al medio ambiente.
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