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A Meles meles, se le conoce por tejón, pero también por tasugo y en algunas zonas del norte, como melandru…
Una vez presentado por sus múltiples denominaciones, y seguro que alguna nos dejaremos, del tejón podremos decir que es una especie de mustélido y por tanto, presenta un cuerpo alargado con patas cortas. Es de buen tamaño y aspecto robusto, con la cabeza pequeña y el cuello ancho y corto. Su coloración es gris, más oscura en la panza y las extremidades, y la cabeza blanca es recorrida por dos franjas negras que le cubren los ojos.
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La distribución del tejón es amplia en todo el territorio peninsular, aunque está ausente en algunas zonas. Los hábitat que ocupa también son muy variados, de los bosques caducifólios a la dehesa, pasando por paisajes agrícolas como el olivar, cuando en estos se conserva algo de vegetación natural en padrones y linderos.
Aunque no es un animal escaso, verlo es bastante difícil, pues como la gran mayoría de mamíferos ibéricos prefiere salir de noche para alimentarse de multitud de alimentos, que van desde raíces y setas a lombrices, carroña y casi todo lo que se le ponga a tiro. Sus hábitos crepusculares y nocturnos hacen que la mayoría de las veces nos tengamos que conforma con observar sus indicios y afortunadamente en este caso son muy fáciles de distinguir.
A los tejones les gusta hacer letrinas, que son difíciles de asignar a nadie más y su huella, es completamente inconfundible. Los tejones son plantígrados, al igual que los osos y que nosotros mismos, los humanos. Eso quiere decir que apoyan por completo las palmas de las patas para caminar dejando una impresión propia y muy fácil de identificar. Además, sus patitas cortas y rechonchas están muy bien dotadas por unas garras muy largas que también quedan bien marcadas.
La semana pasada, caminando por el olivar de Cortijo Guadiana nos encontramos con este rastro y no tardamos en adivinar de quién se trataba.
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