Recuperar o reforzar la población de una especie en una zona concreta es un proceso que debe hacerse trabajando desde la base. Hay un sistema que, con determinadas aves, ha demostrado tener resultados muy eficaces. El conocido como “hacking” o cría campestre controlada, es un sistema que está relacionado directamente con el instinto de filopatría, que es la predisposición de un ejemplar a establecer el territorio de cría en el mismo lugar en que nace o pasa sus primeras semanas de vida. Es un comportamiento que presentan sobre todo las aves rapaces y, con él, pueden conseguirse resultados muy interesantes en entornos como el olivar. Y, efectivamente, así lo ha demostrado Olivares Vivos con la puesta en marcha de cuatro programas de hacking realizados en 2018, 2019, 2020 y el presente año, permitiendo el establecimiento de nuevos territorios de estas especies.
Pero ¿en qué consiste el hacking? Este sistema se basa en criar pollos en el entorno en el que se van a liberar, colocándolos en cajas nidos y alimentándolos de tal forma que se evite el contacto con los cuidadores. Esto ayuda a que los pollos identifiquen ese lugar como su entorno de nacimiento. Una adecuada estrategia de alimentación durante los primeros días en libertad ayuda a que aprendan a buscar alimento y a desenvolverse por sí mismos. Así, una vez formen sus propias parejas, establecerán su territorio en el entorno donde crecieron. “El hacking funciona especialmente bien con aves rapaces, se obtienen muy buenos resultados. Sólo hay que ver ejemplos como el del quebrantahuesos o el águila pescadora”, explica Lise Pomarède, técnica del proyecto LIFE Olivares Vivos +. Eso sí, deja claro que, antes de empezar una cría campestre, “es necesario asegurarse de que las condiciones del hábitat son adecuadas y, si se hubieran deteriorado, restaurarlas. Además, hay que comprobar que las potenciales amenazas que hubiera podido provocar la desaparición de esas especies se han eliminado o se sitúan en niveles razonables. Una vez cumplidos estos dos criterios básicos, se puede proceder a la suelta o liberación de ejemplares”.
En todas las acciones de reforzamiento de la población mediante hacking que ha realizado Olivares Vivos, los pollos procedían de Centros de Recuperación de Especies Amenazadas (CREA) y han sido crías abandonadas accidentalmente por los padres o caídas del nido (en algunos casos, por golpes de calor o por las tormentas).
¿Qué ha logrado Olivares Vivos?
La recuperación de la biodiversidad del olivar ha sido y es, junto con el aumento de la rentabilidad agrícola, el principal fin de Olivares Vivos, un modelo de agricultura que ha constatado que, tras su puesta en marcha, se puede incrementar hasta un 40% la flora y fauna del olivar . Además, a la aplicación de su esquema agroambiental, se ha sumado, en lugares concretos, otras acciones como es el caso del hacking.
De esta forma, desde 2018, Olivares Vivos ha desarrollado cuatro programas de hacking en dos de sus fincas participantes: Cortijo Guadiana (Úbeda) y Cortijo Virgen de los Milagros (Mancha Real). En ambas se usaron dos edificaciones sin uso (un antiguo pajar y un antiguo transformador eléctrico, respectivamente) reconvirtiéndolas en refugios y zonas de nidificación para las aves. En total, Olivares Vivos ha reforzado la población de rapaces con los siguientes ejemplares:
Cernícalos vulgares (Falco tinnunculus), lechuzas comunes (Tyto alba), autillos europeos (Otus scops) y mochuelos europeos (Athene noctua). Cuatro rapaces que juegan un papel muy importante en los olivares como controladores de plagas, que tienen el instinto de filopatría muy desarrollado y que encuentran en el olivar un hábitat idóneo para su existencia.
Este año, Olivares Vivos ha vuelto a realizar una cría campestre de varias especies en el Cortijo Virgen de los Milagros. En esta ocasión, los protagonistas de la acción han sido cuatro mochuelos europeos, un autillo y doce ejemplares de cernícalo vulgar. Llegaron al cortijo a principios de mayo, todos ellos aún con restos del plumón blanco que los identifica rápidamente como pollos muy jovencitos. Eligiendo las mejores cajas nido para cada grupo (divididos por especies y por pollada), se estableció un protocolo de alimentación y cuidado para favorecer el correcto desarrollo de cada uno de los ejemplares.
“Alimentábamos a los pollos todos los días, pero siempre cuidando que no tuviesen contacto visual con nosotros. Controlábamos el alimento que aportábamos y revisábamos cuánto consumían cada día. De esta forma nos asegurábamos de que todos los pollos habían comido bien. Este proceso es muy importante, sobre todo en polladas grandes como la de cinco hermanos de cernícalos, ya que entre ellos podía haber un pollo dominante que no dejase comer a los demás”, detalla Pomarède, quien ha sido la encargada de cuidar y vigilar todo el desarrollo del hacking este año en la Casa de Vida de Monva.
Para ella, otro punto relevante para lograr el éxito de la cría campestre es mantener una correcta limpieza de los cajones de hacking. “Intentas reproducir lo más fielmente las condiciones naturales de un nido de mochuelo o cernícalo. Nosotros les proporcionamos un habitáculo donde crecer y alimentarse, pero no interferimos en otros detalles más allá de quitar los restos de carne para evitar su acumulación porque pueden pudrirse y generar infecciones o enfermedades en los pollos”.
Hacking y anillamiento, acciones inseparables
Como el pan y el aceite, los agapornis o tener dos pagadores y la declaración de la Renta, el hacking y el anillamiento de las aves son inseparables. Por ello, una vez que se inicia un proyecto de este tipo también se pone en marcha el anillamiento científico de cada ejemplar. De esta forma se permite que, cuando los pollos se independicen, puedan ser identificados por sus anillas y facilitar así su seguimiento.
Los cuatro mochuelos, el autillo y los doce cernícalos se anillaron justo antes de ser introducidos en los cajones de hacking, donde empezaron a adaptarse a su nuevo entorno. Pomarède cuenta cómo, al principio, estos pollos son algo más tímidos, pero que, poco a poco, van mostrando más carácter. “Cuando los dejas en el cajón, se quedan en el mismo sitio, casi sin moverse. Y, cuando pasan los días, ves que se mueven más por la caja y, cuando te acercas, escuchas reclamos de aviso, movimiento… Los mochuelos, al principio, se quedaban muy parados en una esquina de la caja y, antes de abrir la salida, los veías casi siempre asomados a la finca. Por eso, hacer revisiones también es muy necesario para saber que los pollos están en buen estado y van madurando”, añade.
Casi una semana después de ser soltados en los cajones de hacking, algunos ejemplares ya estaban volando por el olivar del Cortijo Virgen de los Milagros. “En el cielo de nuestra finca siempre hemos visto volar rapaces como águilas y búhos reales, ver ahora a Olivares Vivos reforzar la población de mochuelos, autillos o cernícalos nos ha permitido aprender sobre el ecosistema en el que se desarrolla nuestro olivar y sentir que se completa y potencia su biodiversidad. Es un verdadero privilegio colaborar con Olivares Vivos”, comenta Luis Montabes, director comercial de Monva.
Las cajas nido instaladas en cada una de las fincas que forman parte de Olivares Vivos son ocupadas año tras año. El éxito que estas estructuras han demostrado, a lo largo de los últimos años, en el modelo Olivares Vivos las convierte en una herramienta esencial para recuperar biodiversidad en el olivar. De hecho, al año siguiente del hacking realizado, en 2018, con pollos de lechuza en Cortijo Guadiana, esos mismos ejemplares anidaron en el antiguo pajar rehabilitado de la finca.