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La homogeneidad que puede parecer a simple vista que existe en el interior del inmenso mar de olivos de las campiñas y sierras de Andalucía, u otras regiones mediterráneas, no es tal. De hecho, su manejo y gestión a lo largo de milenios han sido los causantes de que en la actualidad se puedan encontrar cientos de variedades de olivos (Olea europaea sub. europaea) diferentes, como consecuencia de la selección realizada por el hombre a lo largo de todo este tiempo. Una selección que ha logrado que existan algunos árboles más adaptados a las características propias de determinados suelos o microclimas, o bien que ofrezcan aceites con unas determinadas cualidades organolépticas u otras. Probablemente, si pensamos en algunas, nos vengan a la mente las más conocidas: picual, arbequina, hojiblanca, lechín o cornicabra. Variedades a las que habrá que sumar otras que ocupan superficies mucho más concretas, como la Royal –propia de la Sierra de Cazorla- o la de cornezuelo –usada tradicionalmente para la aceituna de mesa-.
Sin embargo, lo cierto es que todas estas variedades derivan de la misma subespecie la Olea europaea sub. europaea (el olivo). Lo que significa que existen otras con el mismo ancestro común, pero que han ido evolucionando de manera separada. Unas subespecies emparentadas con el olivo que cultivamos y que se ubican a lo largo de muchas regiones de todo el planeta, a menudo de manera endémica.
Para hablar algo más de ellas, lo mejor será retroceder bastante atrás en el tiempo, para buscar ese antepasado del que derivan todas. El olivo tiene su origen más probable en el acebuche, la Olea europaea var. sylvestris. Y es que, seguramente seleccionando unos u otros de estos arbustos que daban más aceituna, se fue desarrollando el olivo moderno, que se ha venido expandiendo tan profusamente. De hecho, si queremos observar cuáles son sus diferencias, tendremos que fijarnos preferentemente en el tamaño de su fruto –la acebuchina-, mucho más pequeño que la aceituna. Un fruto pequeño, pero que ha comenzado a volver a tener interés económico y en los último tiempos algunas almazaras han vuelto a recolectarlo para producir aceite.
Las subespecies de Olea europaea que no son el olivo
No obstante, aunque hayamos dicho que procede del acebuche, lo cierto es que existen otras teorías que afirman que tiene su verdadero origen en una subespecie de olivo, propia del África oriental –se puede encontrar en países como Uganda o Kenia, por ejemplo, si bien también se localiza en Asia, llegando incluso a China-. Nos estamos refiriendo a la cuspidata (olivo africano u olivo marrón), que se distingue preferentemente del que conocemos porque sus hojas son de un color pálido, algo más amarronado.
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Olea europaea sub. cuspidata. Fuente: https://www.flickr.com/photos/burtonandy/3774977446
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Asimismo, habrá que hacer referencia a la otra subespecie que podemos encontrar de manera natural en España, en Canarias. Nos referimos a la guanchica (acebuche canario), endémica de todo el archipiélago y a la cual se le suele llamar también acebuche. Respecto a ella, tradicionalmente se ha utilizado su madera para la lucha del garrote, un arte de combate típico guanche.
No muy lejos de este archipiélago, podremos localizar la cerasiformis, propia de Madeira, cuyo nombre común en castellano es igualmente acebuche. Hasta hace algunos años se pensaba que era la misma subespecie que la descrita en el párrafo anterior, pero en este tiempo se ha diferenciado, habiendo quedado confinada sólo a esta isla. Sobre los problemas que atraviesa, a lo limitado de su extensión hay que sumarle que su hábitat se siga degradando, debido a la urbanización del terreno, los incendios o la introducción de especies exóticas.
A todas ellas se suma la subespecie que se puede encontrar al sur del Alto Atlas marroquí, la maroccana. Un acebuche relicto, procedente del África tropical y que también está en gran medida amenazado por la fragmentación de su hábitat o la hibridación con los olivos que se suelen cultivar en áreas cercanas.
Finalmente, en Argelia, Sudán y Níger se puede localizar la última subespecie de la Olea europaea, la laperrinei, el conocido como olivo de los Tuareg. Debido a diferentes factores, sobre todo la inseguridad de las regiones por las que se distribuye, no se conoce la superficie que ocupa. No obstante, por al área en la que se localiza, en el desierto del Sahara, y debido a que tradicionalmente han sido usados como fuente de combustible, se cree que puede estar bastante amenazado, siendo el número de árboles que todavía puede observarse muy escaso.
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Algunos elementos de Olea europea sub. laperrinei. Fuente: Besnard, Baali-Cherif y Anthelme (2012). Recuperado de: https://www.researchgate.net/publication/235341143_The_Laperrine’s_olive_tree_Oleaceae_A_wild_genetic_resource_of_the_cultivated_olive_and_a_model-species_for_studying_the_biogeography_of_the_Saharan_Mountains
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En definitiva, además del olivo que hoy en día conocemos y que se cultiva de manera profusa, a lo largo del planeta se localizan otras subespecies que se han ido diferenciando con el paso del tiempo y que se han explotado preferentemente por su madera y no por la aceituna que genera. Motivo que explica que haya sido el olivo el que se haya seleccionado, cultivado y se haya ido expandiendo, a la misma vez que las otras subespecies han quedado confinadas a regiones muy limitadas e incluso se encuentren en peligro de perderse.
Fotografía destacada: Pablo FJ.
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