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Durante estos días la oficina de Olivares Vivos en Geolit, se ha convertido en un orfanato improvisado. La ola de calor está haciendo estragos y no están siendo pocos los pollos que saltan del nido antes de tiempo agobiados por las altas temperaturas.
Primillas, autillos y una buena cantidad de vencejos que están desbordando los Centros de Recuperación de Fauna.
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Al mismo tiempo, este fin de semana conocíamos la terrible noticia del incendio de Portugal, que se ha llevado por delante la vida de más de 60 personas.
El verano aprieta antes de llegar y la primavera parece ya un dulce y lejano sueño. Los datos están ahí, para quien los quiera ver. Estamos ante el junio más caluroso de la historia desde que se tienen registros. La progresión de la temperatura parece imparable y año tras año seguimos batiendo récords.
Pero no sólo son altas temperaturas, son incendios, sequías, inundaciones. El cambio climático no es algo que suceda a miles de kilómetros, ni sus consecuencias nos alcanzarán en cientos de años. Es un problema actual, aquí y ahora, que nos pilla con los deberes a medio empezar.
Mientras se convencen los grandes dirigentes, somos los ciudadanos los que podemos comenzar a descarbonizar la economía con pequeñas acciones: reciclar, reducir el consumo, buscar alternativas más sostenibles a nuestros desplazamientos… En este sentido, el olivar también juega un papel al respecto, puesto que es un sumidero de carbono en la Cuenca Mediterránea, un sumidero que incrementa su potencial aún más en los olivares que conservan su cubierta herbácea.
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Hace tan sólo un momento, dos jóvenes vencejos pálidos emprendían su primer vuelo. Un vuelo que les llevará a surcar el cielo sin posarse durante algo más de año y medio, hasta que estén preparados para reproducirse. En este caso, su historia ha tenido “un final feliz”. Aún está en nuestras manos escribir cómo termina la nuestra.
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