La poda es necesaria para mantener el equilibrio entre las funciones vegetativas y reproductivas. De este modo, se pueden conseguir elevadas producciones sin que disminuya la vitalidad de los árboles, acortar el periodo improductivo en plantaciones jóvenes, alargar el periodo productivo o renovar el árbol, retrasando el envejecimiento. Sin embargo, ¿qué se puede hacer con los restos de ramas que no pueden ser aprovechadas para leña? ¿Quemar o no quemar? Esa es la cuestión que algunos olivareros tienen… cuando no debería existir ni siquiera duda.
El año pasado se prohibió la quema de restos vegetales con la Ley 7/2022 de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular, publicada en el Boletín Oficial del Estado en abril de 2022. Una norma que, con carácter general, prohibía “la quema de residuos vegetales generados en el entorno agrario o silvícola”, siendo únicamente posible hacerlo de forma excepcional y alegando razones de carácter fitosanitario que no pueden abordarse con otro tipo de tratamiento. Esta ley levantó una gran polémica entre muchos agricultores y las asociaciones agrarias, defensores de un argumento basado en la imposibilidad de las pequeñas explotaciones de hacer frente a la inversión económica que puede suponer el picado de los restos vegetales a través de procesos mecanizados.
Sin embargo, tras las presiones y enmiendas enviadas por las comunidades, el Congreso aprobó, a principios de enero, levantar la prohibición de la quema de residuos vegetales –casi– por completo; algo que ha sido posible por la ley de gestión de la Política Agraria Común (PAC). Ahora, las explotaciones agrícolas y forestales de menos de 50 trabajadores y que facturen menos de 10 millones de euros podrán proceder a la quema de estos restos, lo que supone una amplia mayoría de las fincas olivareras del país.
Pero, ¿quemar los restos de poda es lo mejor para el olivar?
No hay lugar a dudas de que triturar el ramón resultante de la poda es un gasto para el bolsillo de los olivicultores. Tanto para quien tiene que alquilar la maquinaria necesaria, como para quien ya dispone de ella y ha de comprar combustible. Este factor puede desalentar a los pequeños agricultores de triturarlo e incorporarlo al suelo de su finca. Sin embargo, la incorporación de materia orgánica al suelo es muy beneficiosa, tanto para el cultivo en sí como para la rentabilidad agraria. Además, no hay que olvidar los riesgos que supone la quema de los residuos vegetales en los terrenos agrícolas, siendo más graves si la finca se encuentra próxima a una zona forestal.
Por recurrir al refranero popular, el olivo es como el cerdo, se pueden aprovechar hasta los andares (si andase, claro). Los subproductos del olivar pueden suponer otra forma de mejorar o diversificar la rentabilidad agraria. En este caso, el uso de los restos de poda triturados tiene muchos y diferentes beneficios. Entre ellos, su incorporación al suelo sirve de abono natural, enriqueciendo la tierra con nitrógeno y otros elementos. Asimismo, crea una capa protectora del suelo, algo clave para evitar la erosión, y aislante en épocas de mucho frío o calor. Una capa que, además, ayuda a mantener la humedad al infiltrar mejor el agua de lluvia y fijar el rocío al suelo.
Estos factores inciden indirectamente en una mejora de la rentabilidad de la finca, ya que se experimenta una reducción en la necesidad de fertilizantes (menos gastos, por tanto, en insumos) o de inversión en regadío. Además, esta forma más sostenible de gestionar el olivar está en sintonía con las nuevas políticas agrarias de la Unión Europea. De hecho, incorporar los restos de poda al suelo puede ayudar al agricultor a adherirse a los ecoregímenes de la nueva PAC. Estos son los puntos clave de los beneficios de incorporar los restos del ramón triturados al suelo:
- Seguridad: evita una posible dispersión del fuego que se use para quemar los restos.
- Rentabilidad: incorpora nutrientes al suelo que reducen la necesidad de administrar abonos.
- Protección: los restos picados protegen el suelo frente a la erosión, el principal problema del olivar.
- Humedad: mejora la infiltración del agua de lluvia, fija más rocío y reduce la evaporación.
- Sostenibilidad: la quema libera el CO2 secuestrado por el olivo durante años, devolviéndolo a la atmósfera; mientras que picar los restos de la poda combate el cambio climático.
Un complemento perfecto
El manejo de la cubierta herbácea en el olivar, si se gestiona bien, aumenta la fertilidad del suelo y los protege contra la erosión. Además, mejora la biodiversidad, favoreciendo el equilibrio del ecosistema. Por lo tanto, si en una finca que gestiona su cubierta herbácea también se incorpora la materia orgánica resultante del triturado de la poda, se conseguiría aumentar considerablemente el carbono retenidos en el suelo. Así lo han demostrado desde proyectos como SUSTAINOLIVE. Según indican en previsiones de 0 a 30 años, los terrenos que incorporan a su suelo elementos como hojarasca, poda, cubierta vegetal y estiércol retienen muchas más toneladas de carbono que aquellos que realizan un control sin aportes.