“Que las aves migratorias desaparezcan de nuestros ecosistemas en busca de otros más adecuados para sus puestas es algo de lo que, en cierta medida, podemos ser conscientes de lo que puede suponer. Sin embargo, aún no nos hemos enfrentado a lo que podría ocurrir a gran escala”.
Para el Día de las Aves Migratorias, el grupo local de SEO/BirdLife de la Sierra Sur de Jaén, lo deja claro: no solo el cambio climático está afectando considerablemente a la vida de las aves migratorias, las prácticas intensivas en el manejo agrícola alteran sus hábitats e inciden directamente en una de sus principales fuentes de alimento, los insectos. Lidia Rosel, parte de este grupo local y autora de la frase que abre este mismo texto, apunta que aún no se sabe cómo puede afectar a largo plazo los manejos agrícolas más intensivos o la introducción de maquinaria en todos los procesos. De ahí, resalta, la importancia de implantar métodos más sostenibles que protejan el entorno y la biodiversidad, un punto en el que sacó a relucir el trabajo del proyecto LIFE Olivares Vivos para devolver la vida a los cultivos. “Creo que Olivares Vivos es una idea muy buena para poner en valor toda la flora y la fauna que puede tener relación con el ecosistema agrario, ya que fomenta la instalación de puntos de agua en zonas de secano como los olivares y el mantenimiento de zonas verdes en las lindes para ayudar a que todo se equilibre”, comenta.

Eso sí, las aves migratorias no solo habitan en terrenos agrícolas. Son muchos y diversos los ecosistemas a los que cada especie está acostumbrada. Aunque, claro, todo depende del estado en el que se encuentre ese ecosistema. David Perea, también miembro del grupo local de SEO en la Sierra Sur, explica que el número de aves migratorias varía por zonas y está estrechamente relacionado con el nivel de conservación y diversidad paisajística de las mismas. Y, en el olivar, destaca la importancia del mantenimiento de la cubierta herbácea como base para su habitabilidad. “La presencia de aves migratorias depende de muchos factores, en los ecosistemas agrarios, por ejemplo, si es de campiña o de olivar. En general, en la época estival podemos ver alzacolas rojizos, sisones…; asimismo, en el sur de España pueden verse a su paso hacia zonas del norte al colirrojo real, paseriformes en general y al alcotán”, apunta.
Entre las aves mencionadas por Perea, el alzacola rojizo es, además, fue elegida como el Ave del Año por SEO/BirdLife y, de ella, indicó que su población padece actualmente un gran declive. “En la plataforma iBird, donde se registran citas (avistamientos) de aves, solo hubo dos el año pasado y fueron por un programa de anillamiento”, cuenta. Según los últimos datos, su población estaría integrada por unos 17.334 individuos, de los cuales, Andalucía occidental acoge el 71% y Extremadura el 27%, con otras pequeñas poblaciones en Almería, Murcia y Alicante.

Al respecto, Jesús Romero, coordinador del grupo local de SEO/BirdLife en la Sierra Sur de Jaén, incide en que todo depende de la zona. “En la provincia de Jaén, en municipios como Alcalá la Real, el alzacola rojizo puede verse todavía. De hecho, hace solo unos días, vi y fotografié a un ejemplar. Sigue siendo común en esta zona. La presión que ejerce el ser humano sobre el entorno y, sobre todo, en sus zonas de cría, es una de sus mayores amenazas. Al alzacola le gustan los arroyos y sitios con agua, pero estos se están secando. Además, el uso de fitosanitarios en el olivar llega a los pocos arroyos que van quedando, pues la tierra no es capaz de procesar todos estos químicos, y provoca que mueran muchos insectos (principal alimento del alzacola”, señala Romero, a la vez que indica que esta misma situación puede extrapolarse a otra ave migratoria: el ruiseñor. En zonas de la campiña de Jaén, donde antes podía escucharse el canto de este paseriforme, está desapareciendo y se está trasladando a zonas de vegetación del sur de la provincia.
Estos cambios de hábitat responden, tal y como apuntó Rosel, a la búsqueda de mejores áreas de cría, siendo cada vez más evidente la ausencia de aves migratorias emblemáticas en sus entornos asociados. Jesús Romero pone, como ejemplo más claro, a las golondrinas. “Es un ave que, cada año, vemos menos en nuestras ciudades. Y esto no ocurre solo porque se destruyen sus nidos (como ocurre con los aviones comunes), sino que también les afecta todo lo que está pasando con la agricultura intensiva y el uso de fitosanitarios”, subraya. E, insiste, si las aves migratorias no volviesen a sus hábitats -hasta ahora- usuales, sería un problema tanto para el propio biotopo como para el ser humano.